Llegando a Paris
En Paris empieza nuestro camino a Australia.
Buscando la mejor y más económica manera de llegar a nuestra destino final: Australia, Jaime encontró un vuelo a Sídney desde Paris el miércoles 17 de junio a las 10:30 p.m. Nosotros deberíamos estar en Sídney a más tardar el viernes 19.
E mayor problema es que de Santiago de Compostela el único vuelo disponible para Paris era el martes 16 a las 5:10 p.m., si queríamos tomar el vuelo de Paris, a la fija, debíamos irnos una noche antes. Algo muy bueno para mi, pues tenía muchas ganas de dar un paseo por la famosa “ciudad luz”.
Así que empezamos a buscar lugares donde quedarnos en esta hermosa ciudad.
Pensamos en hoteles, amigos de Couch Surfing, pero recordé que últimamente, gracias a Facebook, retome contacto con un buen amigo de mi adolescencia que casualmente vive en Paris. Así que le escribí y le pedí el favor de darnos posada la noche del 16.
Sin problema nos dijo que sí, el ya está casado y con una bebé de 2 años, así que para nosotros fue genial. Pues nada mejor que quedarse en casa de amigos.
Aunque la verdad yo llevaba casi 9 años sin saber de él, así que tenía muchas expectativas. Porque a pesar de que lo recuerdo, ya que estudiamos juntos, salimos de rumba muchas veces, además creo que fui el dolor de cabeza de la mamá una que otra vez por corromper al niño (ese fue mi gran papel en la época de mi juventud).
En conclusión tenía algo de susto y Jaime estaba muy apenado, pues no lo conocía, pero igual era solo una noche, entonces dijimos “está bien hagámosle”, ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Así que después de alistar maletas para ir a Sídney una semana y tratar de empacar ropa de invierno (porque allá es al contrario que en Europa), estábamos listos para embarcarnos a Paris.
El día había llegado y después de una gran cola para hacer el check-in, estábamos ya esperando que nos llamaran para abordar el avión.
En un momento ya estábamos dentro, luego en una hora y 15 minutos ya estábamos divisando suelo francés y 30 minutos después veíamos por primera vez la Torre Eiffel desde la altura.
Nooo que emoción. Nunca pensé que verla podría causar tal sensación. Lo que hacen los medios y el boca a boca, pensé. Pues quién me dice que cuando hablan de Paris no es lo primero que se les viene a la cabeza.
Tal vez piensen en el museo de Louvre, en varios artistas que vivieron en estas calles, en algunas películas, hasta en el arco del triunfo y los campos Elisios, pero es la Torre Eiffel la que te sobresale entre todas estas cosas, pues es como la insignia de la ciudad y del país entero, es lo representativo y lo que como turista ansias ver o ¿estoy equivocada ?
Bueno, continuando, ahora ya estamos en el aeropuerto CGD de Paris. Es muy grande y caminamos mucho para encontrar el equipaje.
Normalmente, cuando haces un viaje “internacional”, llegas al aeropuerto, desembarcas, luego debes buscar inmigración, hacer una cola larguísima y pasar tus documentos (pasaporte donde este estampada la visa y a veces un documento de identidad, algunos países piden vacunas, así que si es el caso debes presentar el documento que acredite tu vacunación).
Si eres de los afortunados (que son casi el 99%) y pasas migración, debes buscar ahora sí tus maletas.
En París no fue así, llegamos al aeropuerto, nos pusimos a buscar inmigración, pero no encontrábamos nada. Ni el equipaje, así que ya a punto de salir de la zona de pasajeros a donde esta todo el mundo esperando a las personas que llegan, Jaime le preguntó a un oficial que debíamos hacer, dónde estaban las oficinas y dónde podíamos recoger las maletas.
Él nos dijo que no teníamos que hacer inmigración y que el equipaje estaban en el pasillo dos, muy cerca a la salida.
Esto fue genial, la verdad. Así que recogimos la única maleta que llevamos grande y salimos.
Aníbal, el amigo que les conté nos iba a dar posada esa noche, muy amablemente quedó de recogernos, así que empezamos a buscarlo.
El día anterior le había mostrado una foto a Jaime de él para que me ayudará en su ubicación. Dimos una vuelta, habían muchas personas, pero no veíamos a Aníbal. Llegue a pensar que no llegaría, sin embargo nos ubicamos y esperamos un momento, también tenía mucho miedo de no reconocerlo, pues los años han pasado y a pesar de que en las fotos se ve igual, son muchos años sin verlo y tal vez puede que no lo reconozca, así que me llegue a asustar un poco.
Al cabo de 10 minutos apareció, él ubicó a Jaime y se le acerco, se presentó como Giovanni (su segundo nombre) y Jaime algo preocupado, llegó a pensar que tal vez no sería este mismo Aníbal y estaba a punto de decirle “que pena hermano no soy la persona que buscas y tú no eres quién yo busco” cuando me encontraron (yo estaba en otro sitio con las maletas esperando que Jaime diera una vuelta buscando a Aníbal).
Así que sí era él, igualito, los años no le han pasado, gracias a Dios. Eso me hace sentirme menos vieja, pensé. Porque si me reconoció y no dijo: “como has cambiado” es porque soy la misma y eso está bien.
Luego les cuento qué hicimos en Paris esas pocas horas que estuvismo allí.
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