¿Más deseos de Navidad?
En esta época todo el mundo escribe sobre deseos, propósitos y sueños. Muchos llenan sus blogs con bonitas imágenes, mensajes de gratitud y buenos deseos para todos.
Es difícil no contagiarse del espíritu navideño.
Es por eso que mi nota de hoy la dedicaré a contarles lo que para mi es la Navidad y sobre todo cuál ha sido la mejor y la peor de todas.
¿Qué es la Navidad?
Para mi la Navidad no es más que un pretexto para que los padres se luzcan dando un buen regalo a sus hijos y que estos se la pasen pidiendo y pidiendo cosas que muchas veces es imposible de dar, porque eso sí cada vez son más exigentes.
Aunque también es cierto que no aplica para todo el mundo. Cada vez hay más personas consientes, que busca enseñarles a sus hijos desde pequeños lo necesario e importante que es vivir de acuerdo a sus posibilidades y no de sus exigencias.
Tarea nada sencilla para un padre, cuando lo único que quiere es complacer a sus hijos y darles lo mejor, y más en esta época donde el consumismo es el pan de cada día y las comparaciones y diferencias sociales son cada vez más grandes.
Igualmente, reconozco que la Navidad es mucho más que regalos es un momento ideal para el reencuentro, para las reuniones familiares, para compartir.
Sin embargo, ese «espíritu» se ha ido perdiendo en las familias, por ello es importante fomentarlo, cultivarlo y sobre todo mantenerlo, porque es el mejor legado que podemos dejarle a nuestros hijos.
La Navidad no se trata de regalos, de compras, de dar y de esperar. Para mi, se trata de compartir, de familia, de unión y de crear lazos.
Cuando era pequeña, recuerdo que la Navidad era estar con mi pequeña familia hasta temprano. No recuerdo grandes reuniones, ni cenas. Era más que todo compartir entre nosotros.
Aunque a veces mi primo armaba fiestas en casa, pero creo que nunca coincidían con la Navidad. La verdad no recuerdo muy bien, ya que me mandaban a dormir temprano para que Papá Noel me dejará los regalos bajo el árbol y siempre habían regalos allí cuando despertaba al otro día.
Desde pequeña supe que no podía pedir más de lo que podían darme, aunque siempre se esforzaron por complacerme y darme buenos regalos. Nunca me falto un detalle bajo el árbol, por más dura que estuviera la situación.
El mejor recuerdo de Navidad

Recuerdo dos sorpresas maravillosas cuando era pequeña y fue cuando me regalaron un triciclo y un perro (oso) grandísimo que me encantaba.
El triciclo me duró poco, ya que mi padre lo vendió. No recuerdo si fue porque estábamos mal o porque crecí y dejé de usarlo (espero sea lo último) y el perro que tanto me gustaba mi madre lo desbarató una vez para lavarlo y nunca más lo volvió a armar 🙁
También recuerdo un regalo que me hizo mi tía y mi primo.
En la época de las Barbies, donde a todas mis amigas le dan la «última» Barbie de moda, yo me conformaba con las chiviadas que siempre me regalaban, porque las originales eran muy costosas.
Pero una Navidad me regalaron una bailarina divina (original). Me encantaba y la conservé hasta que me fui de casa y la regalé. A pesar de que el perro casi se la come y quedó algo desfigurada de la mano, pero seguía siendo genial y una gran sorpresa que me hizo muy feliz.
La Navidad más triste
La Navidad más triste que recuerdo, es cuando tenía como 11 o 12 años (tal vez menos, tal vez más) y mis padres se separaron.
Mamá se fue a vivir a Cali y nos dejó (a mí y mis dos hermanos) a cargo de papá.
Él es un tipo genial, pero para mí fue muy duro estar separada de mi madre y recuerdo que lloré mucho esa Navidad y le rogué a mi padre para que hiciera volver a mamá.
Fue una Navidad muy amarga y lo único que recuerdo es que lloraba y lloraba… Fue muy triste, era como si me hubiesen quitado una parte de mí… ;(
Desde luego, la Navidad no es Navidad sino hasta el día que abres los regalos y fantocheas con tus amigos lo que te trajo Papá Noel.
Yo nunca pude hacer eso, porque a mis amigas siempre les daban cosas mejores. Así y todo siempre disfruté de enseñar lo que me daban y de estrenar mis juguetes con mis amigas y a veces con mis primos.
Definitivamente la Navidad es para los niños. De eso no cabe duda.
Sin embargo, sería genial que le enseñáramos a los niños de ahora a vivirla de una manera menos consumista.
Los regalos no es lo único bueno de la Navidad, de hecho no es lo único que debería importarnos. Deberíamos disfrutar de la familia, de la cena, de las reuniones, de los amigos, del solo hecho de estar juntos.
Aprovechar que en esa época es más fácil ver al primo, al amigo, al tío, al hermano y a veces hasta a los padres. Disfrutar, agradecer y porque no dar. Dar amor, dar cariño, dar amistad, dar conocimiento, dar tiempo y dar lo que nos sobra o no utilizamos de nuestras cosas materiales.
No es necesario invertir dinero en ello. Las mejores cosas son las que no cuestan y se dan con amor, sin interés y sobre todo con la voluntad de ayudar.
Así que mi invitación el día de hoy no es a que no compres regalos, ni a que dejes de pedir.
Mi invitación es a que tomemos conciencia, sigamos comprando, sigamos pidiendo, pero también demos no solamente en Navidad. Demos todos los días, agradezcamos lo poco y mucho que tenemos y aprovechemos esta época no para estar desconectado, sino por el contrario, para estar muy conectado con tus amigos, familiares, emociones, sentimientos y sueños.
Conéctate con ese ser interior. Da y aprende a recibir cosas que no sean materiales y que a veces son mucho más valiosas. Agradece y disfruta.
Felices fiestas…
PD. Y si quieres cuéntame ¿Cuáles son las Navidades que tú más recuerdas?
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