Primer día en Beijing
Tras 24 horas en el tren desde Hong Kong, hemos llegado al fin a nuestro destino: Beijing. La pasada de migración fue sin mayor problema.
Aunque una fila realmente demorada, y eso que éramos muy poquitos extranjeros. El problema es que los oficiales de migración revisan con lupa todo el pasaporte, te miran, comparan la foto, vuelven a mirar, escriben, te hacen quitar las gafas, gorra, pañoleta…
En fin, busca que seas el mismo que sale en la foto. Es muy chistoso y eso con los 20 pelagatos extranjeros que estábamos, llevó su rato.
Primera parada: Comprar tarjeta SIM
Nuestras nuevas amigas, Sofie y Yaru nos esperaron todo el rato a que saliéramos y ya tenían hablando el lugar dónde íbamos a comprar la tarjeta de móvil con Internet. Como faltaban 4 días para que acabara el mes, nos podían vender un plan, pero el Internet solamente funcionaría hasta el 30 de mayo, luego había que comprar otro.
No vimos problema, pagamos 130 CNY por la tarjeta y la recarga de Internet. Puede que haya salido caro, eso seguro, pero quedamos con teléfono e Internet en ese momento y para nosotros eso no tiene precio.
Descubrimos en Camboya lo que fue estar incomunicados las primeras horas de nuestra llegada y definitivamente no somos buenos cuando eso ocurre. No fue el fin del mundo, pero no es algo agradable.
Definitivamente la dependencia es tal que se vuelve algo casi vital ¿Cómo hacía la gente antes? Diosss yo viví en esa época donde no habían celulares, ni Internet y es como algo difuso en mi memoria… Los tiempos cambian y uno definitivamente termina cambiando con ellos 😀
La ventaja es que nuestras amigas, con toda la paciencia del mundo, nos ayudaron con los dependientes, que, obviamente, no hablaban ingles. También nos ayudaron con la llamada para activar el plan, que fue todo un paseo, porque ni ellas mismas entendían qué ofrecían.
Fue un chiste, pero un proceso que al fin y al cabo solamente los ángeles que se nos cruzan en el camino tienen la paciencia y el amor para hacerlo.
Nuestra incursión en el metro de Beijing
Después de dejar eso listo, venía la aventura de montar en metro en Beijing. Digo aventura porque la verdad es que lo es. Supuestamente por ser domingo y la hora que era, el transporte iba a estar «liviano». ¡¡Qué gran mentira!! Fue todo un proceso el solo hecho de comprar el tiquete.
Habían cantidad de maquinas y personas en ellas comprando y haciendo fila. Eso parecía un mercadillo y de un momento a otro, todas se dañaron al tiempo. Solamente funcionaba una que aceptaba monedas, así que tocaba hacer una fila para comprar la tarjeta con la dependienta.
Es curioso, porque en Beijing, al igual que en Washintong y Hong Kong las tarjetas son «personales», eso quiere decir que solamente aceptan ser utilizadas en un viaje por trayecto, por persona.
En Madrid y Barcelona (por ejemplo) nosotros comprábamos una tarjeta para los dos y podíamos utilizarla ambos sin problema. Lo que hacíamos es que yo pasaba primero, luego le paso la tarjeta a Jaime y él entra. En estos países, no funciona así.
Cada persona debe tener su tarjeta, si tras pasar una vez, vuelves a pasarla, no te la reconocerá y el sistema puede llegar a bloquearla. Me parece interesante 🙂
Ya en el metro
Tras pasar este primer «contratiempo», tenemos nuestras tarjetas y ya podemos ingresar al metro. Antes, hay que pasar un control de seguridad (Como en los aeropuertos).
En él revisan los morrales y pueden cachearte, si lo creen conveniente. Esto es normal y común en todos los metros, lugares turísticos y otras entidades que visites en Beijing… ¿Curioso no?
Nuestra amiga Sofie iba hasta el final de la línea que nosotros tomábamos, lo que fue una gran ventaja, porque tuvimos que hacer tres transbordos, que no es que sean complicados, pero siendo nuestra primera vez, esa mano amiga fue una bendición.
Aquí descubrimos lo que significa una estación grande y llena de gente. Creo que de esos 17 millones de personas que viven en Beijing, la mitad estaban transportándose en metro… Diosss qué cantidad de gente. Era impresionante.
Supuestamente no era hora pico, no era día entre semana y estaba «suave» el tema… No quiero pensar, cómo sería eso en hora pico… ¡La locura!
Sobrevivimos y lo cierto es que era de las cosas que quería ver y disfrutar en Beijing. Es verdad, soy rara. Me gustó, aunque no para disfrutarlo todos los días, si te soy sincera. Lo volvería a hacer, claro que sí y en los 10 días que estuvimos allí lo hice más de una vez… Repetiría, creo que sí, porque soy algo masoquista 😀
Llegada a nuestro destino
Al llegar a nuestro destino nos esperaba la pareja de chinos donde nos íbamos a quedar. Una habitación que conseguimos por medio de Airbnb. En el apartamento (que es como cualquier apartamento en Colombia o España): tres habitación, sala comedor, un baño, cocina. Tenía de raro que la cocina era muy pequeña y la mitad estaba fuera en la sala (no como una cocina americana, sino como la cocina de mi casa hace algunos años).
La sala comedor estaba, no abarrotada, pero sí con varias cajas, maletas y cosas, y las habitaciones, eran normales. El baño era como muchos de los que ya hemos visto por aquí: abierto. Así que en general no hubo sorpresas, salvo que estaba todo muy bien y cómodo.
La pareja vive con la hermana menor de ella. Una china súper linda que nos atendió de lo lindo durante sus días libres, mientras que su hermana y esposo se iban a disfrutar de las fiestas con la familia.
Lo mejor de este tiempo aquí fue compartir con ellas (con él solamente compartimos un día), pero con ellas la pasamos el resto de noches, cenando juntos, disfrutando de comidas deliciosas que preparaban, descubriendo cosas que nunca habíamos probado, pero sobre todo de buena charla y muchas risas.
Estoy segura que si le preguntas a Jaime, dirá que lo mejor de china ha sido la experiencia de vivir con ellas. De conocer sus costumbres, su forma de cocinar, comer y compartir. Fue muy gracioso, fue enriquecedor, pero sobre todo, espero que hayamos dejado dos amigas más.
Diferentes, algo locas, pero sobre todo con un espíritu y una humanidad impresionante.
Este es nuestro primer día en Beijing, una de las ciudad con más habitantes del planeta, con lugares maravillosos para conocer y sobre todo un lugar para revivir.
Mientras se encuentre gente amable, todo es más llevadero.
Siiii y debo decir que en todo lugar encontramos personas maravillosas, creo que fue lo mejor del viaje 🙂