¿Vives para complacer? ¿Dónde está la línea?
Esta semana he estado reflexionando sobre el tema del complacer, esa necesidad de querer satisfacer a los demás.
Hace poco viví en Colombia durante dos años y medio, y uno de mis objetivos en ese tiempo era convivir con mis padres.
Llevaba más de veinte años viviendo fuera, y me fui del hogar familiar cuando tenía diecinueve años. Durante todo este tiempo, tanto mis padres como yo hemos crecido y cambiado. Quizá no en estatura física, pero sí en edad y experiencias.
Así que quería disfrutar de su compañía mientras aún están sanos y podemos tener conversaciones largas e interesantes.
Uno de los temas que surgió durante mi estancia fue precisamente el de complacer.
Así empecé el intento de complacer
Mi madre solía ayudar a mi hermano, que vive en Cali, con su hija pequeña. Mientras ella estaba fuera, me quedaba sola en casa con mi padre y mi hermano menor, asumiendo el rol de la «mamá de la casa», encargándome de las comidas y la limpieza.
Al principio, disfruté cocinando para mi padre. Me encanta preparar comidas con mucho aliño, utilizando especias como curry y cúrcuma, que a mí me parecen deliciosas.
Sin embargo, mi padre no está acostumbrado a comer ese tipo de comida, ya que mi madre cocina con muy pocos condimentos. Se ciñe a lo más básico: sal y un poco de colorante.
Mi padre, siendo muy juicioso, comía todo lo que preparaba sin quejarse, pero después de un tiempo, se enfermó. Cuando mi madre regresó, él bromeó diciendo que casi lo mato con mi cocina, pero nunca me lo dijo directamente. No había comunicación de su parte sobre lo que realmente le gustaba o no.
Este episodio me hizo reflexionar sobre cómo tratamos de complacer a los demás, a veces sin saber realmente lo que necesitan o desean. Es fácil caer en la trampa de asumir lo que les hace felices sin preguntarles directamente.
¿Qué pasa actualmente?
Actualmente, estoy en Guadalajara viviendo con Sergio, que cuida a su madre tras un accidente. He notado una situación similar, esa necesidad de complacer a su madre, asegurándose de que esté cómoda y feliz.
Esto me parece genial, pero me lleva a cuestionar hasta qué punto debemos complacer a alguien.
Todos tenemos nuestros gustos, manías y necesidades, muchas veces difíciles de expresar. Por eso, al tratar de complacer a alguien, es importante mantener una comunicación abierta, establecer límites y asegurarnos de que también nos sentimos bien en el proceso.
La gran pregunta es: ¿Dónde está la línea? ¿Cómo equilibrar el deseo de complacer a los demás sin perderte a ti mismo en el proceso?
Es esencial crear acuerdos, hablar de nuestras necesidades y establecer límites claros para evitar resentimientos y frustraciones más adelante.
Esta es mi reflexión de hoy. Me encantaría saber cuál ha sido tu experiencia con el tema de complacer.
¿Alguna vez te has perdido tratando de complacer a alguien?
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